AD LIBITUM

Todo danza. Todo se agita. El planeta gira y gira, nada se detiene. Y mientras los humanos nos esforzamos en buscar el camino que   nos lleve a la verdad, nacen y mueren otras vidas.

El horizonte soñado esta ahí, muy cerca, casi lo podemos tocar alargando la mano; pero no es cierto, somos engañados por el efecto óptico o puede que simplemente sea un espejismo o, tal vez, el reflejo de otra criatura que busca con denuedo su “ser y estar” en este mundo.

Y así, con el espíritu motivado para adentrarnos en el espacio-tiempo, con el corazón abierto de par en par, nos desprendemos de la coraza que nos aprisiona, liberándonos de estúpidos convencionalismos barnizados de mediocridad.

La libertad de crear es la constante cosmológica; una teoría que nos sugiere enfrentarnos a la "energía del vacío". Tos que nos rodea experimenta en nuestra mente una metamorfosis cuántica. Nuestros sentimientos aprehenden del Universo lo positivo para mejorar nuestras manifestaciones. La tan anhelada inspiración nos aleja de pensamientos mezquinos que muchas veces nos convierte en seres alienados y nos envuelve con su halo mágico, insuflándonos el don de la iluminación.

La conciencia es como un diamante que se alimenta de ilusiones, cuanto más soñemos, ella más brilla: En nuestra mente también existen agujeros negros que agudizan nuestra crisis emocional y en el interior de todos nosotros experimentamos la nada, flotamos en un espacio oscuro inundado de extrañas radiaciones.

Si queremos ser "auténticos" es necesario mirarnos en el espejo de luz que nos refleja cada mañana, con la inocencia del que nace en ese preciso instante, justo en el que nuestros ojos parpadean al unísono con esos otros que están a mirarnos:

Mi consigna es: vivir para amar y crear.

Una vez más, me encuentro a solas delante de un espacio deshabitado, tejido con millones de finísimos hilos de lino: pienso, medito: Miro el ultimo dibujo que hice, ¡me gusta!, con un simple movimiento de cabeza apruebo la idea. Todo esta preparado, nos miramos fijamente con cierta complicidad la tela y yo, ella acrecienta su brillo y por un instante daña mis pupilas con su destello radiante. Los colores esperan impacientes esparcidos sobre la paleta, los pinceles ya recuperados de intensas jornadas mantienen su frescura, cojo uno de ellos y comienzo abocetando.

La tela siente los primeros espasmos, los trazos enérgicos del pincel rasgan el aire, el pigmento va penetrando entre los poros de la capa de lino y comienzan a surgir las primigenias formas, nace el color.

Mi mente está en plena ebullición, "todo lo tengo estudiado, esta figura requiere un tratamiento especial para dar sensación de movimiento, el paisaje no debe tener mucha importancia, más bien insinuado, con un difuminado ocre superpuesto con tenues veladuras de azul cobalto, creo que le irán bien para alejarlo de la figura principal, el fondo necesita de un intenso cadmio rojo con unos toques de violeta y trabajado con varias capas de texturas planas. En la parte izquierda donde comienzan a surgir las formas pétreas, con la espátula hago una mezcla de pigmento con polvo de mármol para que adquiera la calidad de la piedra...” y, con esa naturalidad manifiesto mis emociones.

Pero de pronto, mi mano desobedece todas mis órdenes y sin darme explicación, comienza a manchar a su libre albedrío, alegremente, el soporte que yo había diseñado.

Me acomodo en el taburete, sigo aturdido, mi mano continua incansable distribuyendo los espacios, moviéndose de un lado para el otro , mezcla los pigmentos, difumina, les añade materia, mima la tela con enfervorizadas pinceladas, estoy anonadado. El lienzo se ha ido transformando en el espejo de mi subconsciente.

La música ha dejado de sonar, el silencio es una vez más mi aliado, la luz que baja desde las alturas atravesando el ventanal de cristal inunda la obra terminada.

Mi mano descansa sobre mi rodilla, permanezco absorto contemplando el misterio inexplicable, las preguntas siguen flotando en el aire.

¡Me gusta!, pronuncio en voz callada, ¿por qué mi mano puso ese color y no otro?, por qué me siento eufórico, si yo no tenía previsto pintarlo de esa manera?.

Dentro de todos nosotros anida el otro yo que nos dicta, que nos sugiere, que nos emociona con otros modos de conducta y nada podemos hacer. Nuestra memoria nos guarda infinidad de sorpresas.

Suena el teléfono, del otro lado una voz conocida me pregunta.

¿Alfonso, que estás pintando?.

Ad libitum.-   Le contesto.

La lluvia sigue cayendo, en el caballete un trozo de mi y, más allá del lienzo un nuevo sueño.

                                                                                                                                    Alfonso Costa. 2005.