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LA PRIMERA EXPOSICIÓN EN GALERÍA CALEDONIA:
...DESPUES DE SU PARTIDA.
Con la prudencia que le caracterizó durante toda su vida, hace un año se fue Rafael Requena. Pocos meses antes, como presintiendo el adiós, quiso despedirse con una exposición antológica en el Museo de Albacete, y con la generosidad que le caracterizaba realizó una importante donación a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha para su depósito en ese Museo que adquiría, así, una significativa muestra de sus caminos por las artes plásticas.
Cuando finalizó los estudios de Bellas Artes, en Madrid, seguramente ni él mismo pensó que su pintura iba a encontrar la expresión de libertad y de frescura que alcanzó en las últimas décadas de su vida, pues suele ocurrir que las Escuelas suelen imprimir de un rígido academicismo a sus alumnos, más cuando la época era aquella en la que las artes plásticas todavía estaban muy constreñidas en España, después de una guerra que truncó en el país los múltiples caminos por los que el arte se había diversificado. Tal vez porque había buenos profesores, y seguramente porque el espíritu en torno a la creación no es domable, por aquellos años surgieron muchas de las figuras más selectas de las artes plásticas españolas de la segunda mitad del siglo XX, algunas de ellas volcadas luego hacia los caminos del informalismo y de la abstracción, y otras fieles a un modo de entender la pintura y sus posibilidades plásticas dentro del campo de la figuración, o mejor de aquello que la vista identifica con el mundo sensible. Entre esos últimos estaba Rafael Requena, que tampoco se dejó aprisionar por los estereotipos que son frecuentes, a veces demasiado, entre quienes se dedican a la docencia en torno al ejercicio del color y de la forma.
Los caminos de la creación plástica son siempre difíciles y el encuentro con una manera personal de entenderla y de cultivarla requiere de muchos ensayos, de años de investigación, de mucha técnica. En una mirada retrospectiva a la obra de Rafael Requena el observador encontrará distintas miradas que, en general, coinciden con etapas de su pintura. Volcada ésta esencialmente hacia el paisaje, no obstante realizó algunos retratos en la intimidad en los que no buscó más allá de la propia expresividad del rostro, pues era éste el objeto de la pintura. Con figuras trazó los Episodios Caudetanos para su tierra natal, Caudete, y de figuras tejía los murales, incluso, para la iglesia de su localidad. Fue también hacedor de bodegones con un espíritu intimista que, sin duda, debe mucho a sus paseos por el Museo del Prado, aunque con una paleta muy aclarada.
Pero fue el gran aprecio por el paisaje y la elección de éste como tema preferente el que mejor reflejó el espíritu del pintor, pues le posibilitaba extender la mirada hasta horizontes inalcanzables, le permitía apresar las tonalidades de los campos y de las plantas, los matices de las estaciones, el infinito del cielo tornado en tempestad o inundado por otras luces. También le permitía jugar con los pinceles, el agua y los colores, reservar los blancos del fondo del papel, trazar líneas rotundas, manchas, obtener calidades cromáticas impresionadas por la luz, le facilitaba, en suma, ese canto de libertad y complaciente soledad que otorga la naturaleza y la posibilidad de expresarlo de la manera que él quería, a través de los pinceles.
Hay en su obra tres tipos de visiones. Los paisajes urbanos de calles y rincones, con puentes, casas y vallas, en ocasiones con pequeñas figuras, cuyos límites son las formas creadas por el hombre a través del tiempo, donde el color inevitablemente está constreñido en las celdas de los muros, las piedras y las ventanas. En sus primeras acuarelas gustó de tonos ocres y amarillos corno dominantes, con sólidas estructuras tal y como se aprecian en los cuadros dedicados a algunas zonas de Madrid (El puente de los Franceses). Más tarde, con los años, se dejó impresionar por el paisajismo de algunos pueblos castellanos y norteños de casas de piedra y tonalidades más oscuras, donde el paisaje parece crisparse entre el abigarramiento de formas yuxtapuestas entre sí: tejados, muros, vallas, elementos vegetales ..., todos ellos inductores de la composición, siempre cerrada, apretada, queriendo apresar el ambiente de recogimiento que impone la montaña y sus entornos. Después la calma en los paisajes de Madrid bajo la lluvia, inundada la ciudad de luminosas tonalidades grises; los de París, los pintados en holanda, o la recuperación de los ocres y amarillos en Venecia, en Florencia. Son obras donde se aprecia una visión más poética, incluso melancólica, del paisaje urbano.
Hay también un paisajismo que gusta recrear pueblos y ciudades concebidos como máculas que surgen en medio de la naturaleza, a veces bajo la luz de la tormenta, otras inundados por el crepúsculo. No buscaba entonces los detalles que ornan los edificios, sino que éstos son elementos que comparten con el pintor la construcción del cuadro mediante poderosos volúmenes que se oponen a los elementos naturales. Entonces se transforman en formas geométricas, rotundas, trazadas con una pincelada más suelta, donde los colores adquieren una mayor luminosidad. Motril, el Castillo de Almansa, son algunas de las composiciones que ilustran esa faceta mediante la que observa el paisaje urbano desde la lejanía, con la óptica de la percepción de quien observa en la distancia.
Como señalaba al principio, es el paisaje rural aquel en el que Rafael Requena transmitió de manera más contundente su libertad como creador y como hombre. Lo concibió como un espacio abierto, incluso cuando el tema elegido eran angostos valles; al contrario que ocurría cuando recreaba paisajes urbanos, los accidentes geográficos no son delimitadores del espacio y del color, ni barreras para ser utilizadas como fronteras en la composición. Los colores parecen correr libremente por el papel conformando imágenes, se aclaran o se oscurecen en función del arbitrio del pintor, aunque guardando las únicas pautas que marca la luz. La pincelada se torna todavía más suelta, pero a la vez más impositiva, más rigurosa y precisa. La naturaleza se presenta en un estado puro, y como tal cambiante, agresiva o apacible, teñida siempre por la luz, Uno de los aspectos en los que más gustó recrearse fue precisamente el cielo, que otorga la claridad o la oscuridad, que se torna a veces tormentoso, lleno de nubes captadas con una sensibilidad y maestría asombrosas, o se vuelve limpio matizando los colores de los árboles, los valles, o el mar. La especial importancia que tiene en su pintura debe mucho a las impresiones en la retina de un hombre que desde su infancia, en La Mancha, observó la especial riqueza cromática de los cielos. Era asiduo a pintar al aire libre, armado con el caballete y la caja de acuarelas, reteniendo a la vez, en la mirada, aquello que había visto, de manera que podía reinterpretar el paisaje en el estudio o en el aula. Era devoto de la tierra, no de una concreta, pues tan pronto sorprende con los sobrios paisajes de Soria o de Guadalajara como transporta la mirada a las tierras norteñas, o se para en las tierras de Caudete. Y el mar, el agua en general, eran para él fuente inagotable para obtener matices, reflejos y colores.
Incluso cuando se detenía en los campos teñidos por la primavera su obra transmite una cierta melancolía, como un quejido silencioso en la inmensidad de la naturaleza. Rafael Requena parece querer transportarnos hacia el interior de cada cuadro, haciéndonos copartícipes de sus percepciones y de sus sensaciones. Y es que detrás de cada papel manchado y transformado por su buen hacer con el auxilio de las acuarelas, estaba un hombre al que también recordamos por su afabilidad, por sus formas de hacer y de relacionarse, de expresión serena y, sobre todo, de una gran bondad.
Rubí Sanz Gamo
Directora del museo de Albacete
APUNTES DEL CORAZON
Para Rafael
Tu me enseñaste a conocer el arte con cariño, a mirar el paisaje y, las cosas bellas con los jos distintos. A tu lado he sentido la vida con la misma fuerza y transparencia que tienen tus acuarelas. Cuando miro esos cielos tuyos siento la tristeza y la nostalgia de que ya nunca los veremos juntos. Recuerdo que en algunas ocasiones, mientras pintabas, me mirabas y me preguntabas: —¿no te aburres?”, y yo te respondía: “no puedo aburrirme viendote pintar”. Te sentía tan feliz. ¡Ay' cuanto me acuerdo de aquellos viajes juntos, de la ilusión con la que volvíamos a casa para que nuestros hijos contemplaran tus cuadros y de tu rapidez a la hora de abrir las carpetas y enseñarles las nuevas obras. Ellos me decían:, “papá es un buen pintor”. La acuarela y nosotros hemos sido una familia y tengo que confesar que sentí hasta celos en algún omento por tu enorme dedicación a la pintura, pero enseguida sentía lo hermoso de compartir tu felicidad por ello. Gracias por habernos dado tanta belleza.
Nuestros nietos siguen pintando y cuando miran al cielo y ven nubes me preguntan si el abuelo se ha llevado los pinceles y los colores, y yo les respondo que sí, porque estoy segura de que estarás haciendo como siempre algún apunte.
Dios te llamó porque creo que allí alguien te necesita para decirte: “papá, mira que paisaje tan bonito”.
Sabes lo mucho que me cuesta escribir, pero esto te lo dedico con todo mi amor. Tu sabes lo que estos renglones significan para mí.
Un beso muy fuerte. Fina.
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Penetrar con alma de agua
en la luz y ser ya pura luz.
Hablar largo y tendido
con las nubes –hermanas
de agua- y llover con ellas
lenta, majestuosamente.
Tenderse sobre los campos
y latir en la pureza
de la escarcha, de la espiga,
de los árboles que estallan.
Anidar en las arenas
de la playa, bajo el canto
ancestral de las gaviotas.
Apuntalar edificios
y murallas que se caen
de viejos, darles aliento
para la resistencia.
Preservar como un don
el instante único,
dilatar la vida, amar
en la vibración de los pigmentos.
Rafael Requena Burgos.
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Amanece, la luz se enreda entre las nubes, Atmósfera transparente
Que hilvana una violeta. Un mar sereno
mecido por la brisa,
insinúa espíritus dorados
reflejos que en horizonte
envuelve el infinito.
Amanece la bruma en gris
Se esconde y huye
Malherida por el sol.
Amanece
y esta acuarela transforma mi vida.
Maite Requena Burgos.
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En tus bocetos he encontrado todas las sonrisas que me has brindado. En tus colores he aprendido a vivir en toda la amplia gama cromática de experiencias. En tus nubes he flotado observando la sensibilidad que me rodea. En tus cielos he encontrado mis estrellas, en tus senderos mis caminos, en tus reflejos...los míos.
He vivido desde que nací en tus acuarelas o, lo que es lo mismo en Ti. Hemos llegado a encontrarnos en una alameda imaginaria. Nos hemos estremecido ante el mismo mar y ante la misma montaña. Hemos conocido nuestros sentimientos, porque con los tuyos has descrito los míos sobre el papel mojado. He amado cada una de las estaciones del año por los colores que les has otorgado.
Pero, sobre todo, he conseguido lo que no todos pueden ver: tu arco iris remontando una cascada de luceros, cubiertos por el rocío de un amanecer nuevo, sin tormentas, claro, sereno, apacible aunque inquieto, y por supuesto, humano.
Has hecho del arte una forma de vida.
Tú me pintas un retrato....
...Yo te escribo otro
M.a José Requena Burgos.
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Son miradas disueltas en agua:
el silencio del color abruma la piel
y la realidad y el sueño acaban y empiezan.
La belleza se detiene sólo para que tú la toques,
la luz vuela para aparecer entre tus nubes,
no existe un lugar que no desee tu tormenta
ni un campo que no luche por esas amapolas.
Todos somos capaces de olvidar el tiempo
para sentir a través de papeles empapados
y caminar en calma las sendas del mundo si nos guías tú.
Ana Requena Aguilar |
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(...) Hace algunos años conocí a Rafael Requena en la cena que me brindó en su casa de Madrid, el académico de la Real de Bellas Artes de San Fernado D. Ángel del Campo Francés en compañía de algunos compañeros de la Agrupación Española de Acuarelistas. Su sencillez y trato bondadoso, dio inicio a la amistad y afecto que le profeso. Desde entonces, le invité a venir a México para mostrar su obra y tener una feliz estancia entre nosotros. Los espíritus afines nos identificamos fácilmente. Este deseo se realiza hoy, y me motiva a expresar mis ideas sobre lo que ha logrado en el arte de la acuarela.
La escuela acuarelista española contemporánea, tiene en Requena uno de sus más preclaros exponentes, ya la historia de su vida nos da buena cuenta: sus numerosas exposiciones, los premios recibidos, los museos que le contienen, entre ellos el de México, la bibliografía que destaca sus méritos, y los libros publicados como profesor de la Universidad Complutense de Madrid.
Yo defino a Requena como un poeta pintor que juega con el agua y el color sintetizando el paisaje. Mágicos son sus atardeceres, luminosos son sus celajes de mundo metafóricos como sueños revelados al azar. El paisajismo "fotográfico" que muchos practican hoy día, tan objetivo y trivial como antítesis de la belleza, encuentra en Requena una réplica demoledora. En él las formas ya no son el tema, es la luz, es el misterio de lo infinito que se transforma en sensaciones cromáticas. Una obra suya basta para cautivarnos, nos detiene a su encuentro, nos invita al placer estético como la poesía de Verlaine o la música de Chopin por la profundidad del sentimiento.
Es obvio que no se llega al arte verdadero sin una reflexión profunda y una madurez que resume una vida, una pasión y una entrega generosa, porque todo lo da sin esperar nada más allá de lo recíproco. Así es como este artista nos da su versión de la belleza, la lección de un maestro que no agota, porque nadie lo ha hecho, el panorama de la lección artística. (...)
Alfredo Guati Rojo
Director del Museo Nacional de la Acuarela. México D. F. |
RETORNO DE REQUENA A LA VILLA DE LOS PUENTES
No es que volvamos a pensar en tí, Rafael, es que nos sorprendemos recordándote a la vuelta de todas la esquinas de la memoria, porque fuiste y eres referente a la amistad. Llama Fina, con voz que desde aquel 18 de febrero es tristemente emocionada: "Rafael retorna a Bilbao y quisiera que tú cerraras el Catálogo que preparamos con tantocariño”. Todo cuanto hace años amé en la vieja Villa de los Puentes, me hace sentir que sigues estando, que estarás hoy con los bilbaínos con el mismo amor que tu nunca cansado corazón de español narró con el pincel la secular hermosura del País Vasco. En el caminar y pintar de la grande España, albriciaste éxitos en Álava, Guipúzcoa, y Vizcaya. En el 20021a Agrupación Vasca de Acuarelistas te nombró Socio de Honor. Cuando esta galería bilbaína abre tu exposición, no es difícil recordar como tú, Rafael Requena, pintor de luces y sueños, hablabas siempre con admiración y respeto de tus amigos los pintores vasco.
Una tarde charlando en aquel rinconcito de la Casa de Castilla-La Mancha de Madrid, al calor del recucerdo de Caudete como siempre ocurría dimos en hablar de otras tierras y dijiste: "Pintar en España es muy hermoso y llena e corazón. Picos de Europa, Rías de Galicia, pueblos blancos de Andalucía, la solemne Castilla, la grande Extremadura, el perfíl del Mediterráneo, la austeridad de la Mancha. ¡Y quedan tan dentro del corazón, ese profundo paisaje del Cantábrico, las de la Llanada de Álava al estuario del Bidasoa en Guipúzcoa, los pueblos pescadores de la costa de Vizcaya!”.
Lo amabas también y te fue importante descubrir del amanecer a la caída de la tarde la luz poderosa del Norte de la que decías, "La misma, es muchas veces cambiante. Por ella supe que también era capaz de pintar a diferentes horas del día, cuando sale el sol o al declinar resplandores de ocaso. Esto fue bueno para mí que por mi tendencia a lo sobrio había comenzado a trabajar con colores oscuros. He querido exponer en lo que pinto lo que ven mis ojo y he conocido otras latitudes pero siento que aquí, en España, lo tenemos todo. En los paisajes del Norte he hallado siempre la reciedumbre”.
Abro uno de los libros de cabecera de toda buena amistad que es el Catálogo de tu Antología 2002 en el Museo de Albacete y encuentro aquél tiempo de amapolas que habías extendido "al pie del Valle de Orduña envuelto en difumina el contorno de sus paredes rocosas". Pasaríais por allí, detendrías el coche, sacarías tus archipierres de maestro y plasmarías el misterio de un momento irrepetible, la luz, el aire, esas nubes vagando...¿Sabes que hoy tus nietos chicos preguntan..¿es verdad que el abuelo Rafael está con sus pinceles copiando paisajes de Dios detrás de una nube?.
Lo ha dispuesto todo Fina con infinito amor/dolor para que vuelvas, con tus otros paisajes del alma a orilla del Nervión, gran aorta del Bilbao metropolitano que sale Ría a la mar por El Abra, de la que nos contamos un día tu y yo que al del Ayuntamiento decían aquí "Puente Chico" por la perra chica que se pagaba por cruzarlo. "Tenía Rafael la ilusión de esta exposición y no he querido que faltara". Estremece una vez más la fortaleza de Josefina Burgos y, me vuelvo a tus tierras de Sigüenza y de Albacete, a tus horizontes manchegos, a tú resplandor de la Primavera en La Mancha. Gracias por habes dado siempre tanto y por seguir dándonos luz desde la Villa de los Puentes.
Isabel Montejano
Periodista
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